Este siete de
octubre Jodalkis llegó del Balcón del Pueblo y se sentó en la mesa
de la cocina. Sus tres hijos y ningún esposo dormían en la
habitación. Ni siquiera prendió la luz: no hacía falta ver nada,
las imágenes estaban dentro de su cabeza. Chávez desde Miraflores,
reelecto, abrazando la bandera de Venezuela. Sus vecinos y compañeros
rojos llorando, bailando, festejando. El cielo tapado de fuegos
artificiales, los gritos de felicidad desde los balcones, el silencio
de los escuálidos. Ganamos, pensó, ganamos otra vez.
Una frase en
especial que dijo su Comandante ese día le quedó rebotando en la
cabeza: “más nunca Venezuela será neoliberal, Venezuela sigue
avanzando hacia el socialismo del Siglo XXI”. Socialismo y más
nada, reflexionó, es la única manera de que el pueblo tenga
verdadera soberanía. Se acordó de los medios que auguraban la
derrota de Chávez y pronosticaban una jornada electoral violenta. Se
rio: ellos, la gente de los barrios, sabían que Chávez ganaba otra
vez. Somos mayoría, y elegimos a Chávez, gritó en su cabeza.
No supo si en
realidad lo gritó para afuera, porque su hijo mayor de 14 años,
Maikel, se despertó y se sentó en la cocina con ella. No tengo
sueño mamá, le dijo. Jodalkis le sirvió jugo. Miró a los ojos
oscuros de su hijo que en el fondo adivinaban cansancio, pero hacían
fuerza para mantenerse despiertos. Como si Maikel no quisiera
perderse un minuto de esa jornada histórica. Toda su vida la vivió
bajo el mandato de Chávez, y lo seguirá haciendo hasta su juventud.
Maikel va a ser un joven comido y educado.
Jodalkis tiene tos,
el jueves anterior la lluvia la empapó cuando Chávez cerraba la
campaña. Desde ese día no tuvo dudas de que ganaban ellos. Se
acordó de los diarios diciendo que la gente fue obligada. Se acordó
también de su llanto. A nadie la obligan a emocionarse cuando ve al
Comandante, pensó. Sintió orgullo: ellos solos, gente común, le
demostraron a los grandes medios de comunicación que se equivocan.
Que no los pueden subestimar más, ellos saben lo que quieren y lo
van a defender cueste lo que cueste.
Todavía se
escuchaba la música de los chavistas festejando en el centro de
Caracas cuando Jodalkis y Maikel, todavía en penumbras, se miraron
fijo y se sonrieron cómplices. Ganar es lindo. Es lindo ganarle a la
burguesía. Y ganarle bajo sus propios términos, aún mejor. El
pueblo venezolano, el más humilde, usa la democracia para afirmar a
un presidente socialista en el poder. Una democracia que fue
planteada y siempre sirvió para que los intereses del neoliberalismo
estén en el poder.
Jodalkis y Maikel se
fueron a dormir. Al día siguiente otra vez al trabajo y la escuela.
Por seis años más. A estos venezolanos no les costó conciliar el
sueño, duermen bien tranquilos, porque saben que con Chávez su vida
sigue avanzando por el camino correcto.
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