Los
ojos de Jodalkis igual se abrieron a las tres de la mañana. El
cuerpo todavía no se le acostumbró a su nueva vida. Hace ya tres
meses que vive en el centro de Caracas, en uno de los departamentos
que le asignó la Misión Vivienda Venezuela después de pasar un año
y medio viviendo en un refugio. Su casa en el barrio Petare se
desplomó junto a otras cientos por la lluvia. Por suerte ya los
habían evacuado y no sufrió la misma suerte que su prima, que hace
diez años murió junto a otros miles en la tragedia de Vargas,
cuando, luego de semanas de lluvia, el suelo de la montaña se
convirtió en arcilla y se derrumbó llevándose barrios enteros.
Puso
los pies en el suelo, por fin, firme. Llamó a su hermana Yamiléth
para despertarla. Ella todavía vive en el barrio y tiene tres largas
horas de viaje por delante para llegar a su trabajo. No porque
Petare quede lejos del centro, de hecho queda a unas cincuenta
cuadras, pero cruzar el cerro que habitan un millón de habitantes,
tomarse la camionetica y el metro abarrotados de gente, le toma tres
horas de su día. Tres horas de ida, y otras tres de vuelta. Igual
Yamiléth está animada. Le cuenta que estuvo en el acto de Chávez
en el barrio y que este les recordó sobre el teleférico que se está
construyendo desde su casa hacia el metro, que reducirá su viaje a
solo media hora. Y ya sabes panita que Chávez sí cumple, le dijo. Y
bien que lo sabe. Cortó para preparar el ahora abundante desayuno.
Salió
a la calle y se subió a la camionetica luego de que el chamo que
grita los mil recorridos nombrara su destino. Escuchó en la radio
que según las encuestas Chávez gana la elección presidencial del 7
de octubre con el sesenta por ciento de los votos, pero que aún así
la oposición afirma que ellos van ganar. Se preocupó porque sabe
perfectamente cuáles son las intenciones de esa maniobra, hasta el
propio Chávez lo reconoció: instalar que va a ganar Henrique
Capriles Radonski (el primer candidato en tres elecciones
presidenciales que los partidos de derecha logran llevar juntos) y
cuando pierda anunciar fraude. A Jodalkis más le preocupan las
elecciones de diciembre, donde se votan los gobernadores de los
estados. Ella, al igual que sus vecinos, no confía en ningún otro
político que no sea su Comandante y no le gustan los políticos que
lo rodean.
Miró
por la ventanilla y vio la pancarta de Capriles, el candidato de la
derecha y actual gobernador de Miranda, estado donde se encuentra
Petare. Hay un camino, reza el cartel. Se rió: cuándo caminó este
muchacho pa' bobo un barrio. Busca pero de los otros cinco candidatos
no ve nada: la disputa está entre el Comandante y Capriles. Levantó
la vista y vio el afiche de su candidato. Cuánto le gusta verlo
bien, sano, en campaña de acá para allá. El último año sí fue
dramático, recordó. Las ausencias de Chávez por la enfermedad la
angustiaron mucho y encima en la tele se empecinaban en darlo por
muerto a cada rato. Entre las bocinas, las motos y el humo su cabeza
la transportó a esa misa en Barinas donde el presidente se puso a
llorar mientras rezaba por su salud. El recuerdo le devolvió el nudo
en la garganta. Se retorció al imaginar qué habría sido de todo lo
que había conseguido con Chávez si este hubiera muerto.
La
camionetica frena en Plaza Venezuela y un señor enorme se le sienta
al lado, ocupando la mitad de su asiento: Me va a tener que disculpar
reina mía, es que estoy rellenito. Jodalkis se ríe todo lo que le
permite la lluvia, que se está metiendo por la ventanilla y la
obliga a cerrarla apurada. Ahora sí que estoy fregada, palo de agua
a hora pico, horas de cola, preveé. Así es en Caracas, un valle
demasiado pequeño para alojar a sus cinco millones de habitantes.
Los automovilistas se acomodan en sus asientos, alguno que otro saca
un libro, los nenes hacen la tarea en el asiento de atrás y los
apurados se comen las uñas imaginando los retos del jefe. Jodalkis
apoya la cabeza en el vidrio húmedo. Por suerte el último mes de
tragedias ya parece haber quedado atrás, pero no puede evitar que
los acontecimientos le pasen como diapositivas, uno tras otro delante
de sus ojos...
-La
revuelta en las cárceles (un tema delicado
por la superpoblación de las penitenciarias y por que los presos
están fuertemente armados y organizados)
-La
caída del puente que conecta al oriente del país
(en Venezuela la infrastructura en general está muy deteriodada)
-Las
inundaciones (el paso del huracan Ernesto
dejó varias poblaciones efectadas en todo el país, pero gracias a
que la mayoría de las zonas de riesgo ya fueron evacuadas no tuvo
las consecuencias de las lluvias de 2010, que dejaron una treintena
de muertos y decenas de miles de evacuados)
-La
explosión en la refinería más grande de Venezuela en Punto Fijo
(que se llevó la vida de alrededor de 50
personas, dejó parte de la ciudad devastada y aún no se conocen con
exactitud las causas de la fuga de gas que provocó la explosión)
Se
enorgulleció de su candidato, de cómo su figura, lejos de achicarse
con semejantes sucesos, se engrandeció por la buena gestión que
realizó. El alivio que esto le deja es rápidamente empujado por
otra sensación: la incertiudembre. Por más que esté segura que su
candidato va a ganar, sabe que no tiene que suestimar el poder de la
derecha: la campaña, aunque viene traquila y los últimos tres años
de elecciones con Chávez también lo fué, puede ponerse sucia en
cualquier momento. Y ella identifica muy bien quiénes son los
norteños que vuelan como buitres sobre Venezuela y ponen en riesgo
el impulso que Chávez le da a una América Latina soberana...
Una
tremenda sacudida y un mar de bocinazos y frenadas llegan para
arrancarla de sus pensamientos: la camionetica atravesó la calle a
toda velocidad como si fuese una moto y tomó otra avenida. Después
de ayudar al señor gordo a recomponerse del susto notó que ya
avanzaban, lento y a los tumbos, pero avanzaban. Jodalkis y su
compañero de viaje mueven la cadera al ritmo de un Rubén Blades que
suena bajito pero claro en la radio: "caminando, se cura la
herida, caminando, que deja el ayer".
La
camionetica se aleja con esfuerzo, a los bocinazos y frenazos por la
avenida de la asfixiante Caracas. Venezuela avanza como la
camionetica, pero firme. Y con ella se impulsa América Latina.
Porque este siete de octubre se juega mucho más que unas elecciones,
se juega el futuro de una Patria Grande en la que millones de
Jodalkis ahora sí tienen la palabra.
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